Rara avis

​‘¿Playos?’ ‘¿Tortilleras?’ ‘¿Maricones?’ ‘¿Tractores?’ ‘¿Locas?’ ‘¿Freaks?’ Sí, todo eso y más desfiló este domingo por las calles de San José, porque sólo la valentía de la diversidad puede transformar el insulto en orgullo nacional

26/06/16 | 18:15pm

Fotos: Gloriana Jimenez

No había avanzado ni 300 metros sobre el Paseo Colón cuando casi muero degollada por un abanico. Mientras era socorrida por mi ‘agresora’ –una diva semidesnuda y emplumada– pensé que habría sido una forma escandalosamente cursi de morir, más digna de una guinness que de un guinness, que no es lo mismo, pero es igual.

Inmediatamente me di cuenta de que mi verdadero riesgo fue quedar tuerta más que occisa, pues el leve rasguño de la vampiresa no era letal. En todo caso, no pude ni quise quedarme a recibir los cuidados paliativos correspondientes, especialmente porque, muy en el fondo, creo que me merecía el ataque del abanico asesino.

Lo confieso: siempre he envidiado a los travestis… tan espigados, tan femeninos, tan sin celulitis. Cada vez que los veo, me siento esbelta como una cabra enana. Y cuando no son perfectos físicamente, tienen una lengua viperina tan llena de vida y talento que nadie está a salvo ni aunque se esconda en el clóset.

Así que, de algún modo, esa insignificante embestida me liberó aún más, y me permitió adentrarme en la Marcha de la Diversidad invadida por un sentimiento renovado de hermandad. Porque nadie NADIE me puede negar que la comunidad LGBTIetc no tiene añales de sufrir agresiones de todo tipo, además de los negros, las mujeres, los indígenas, los albinos, los enanos, los feos, los pobres, los zurdos y, más recientemente, los veganos, los celíacos y los abstemios.

Y ya que muchos de nosotros entramos en varias de esas categorías, no sería mala idea hacer otra marcha con todos los grupos mencionados… Sólo tendríamos que ponernos de acuerdo en lo que vamos a reivindicar.

No puede considerarse una protesta aunque tampoco una fiesta, sino un híbrido de ambas, como tantas cosas en este mundo: en el ambiente reinante hay una variedad de estilos tan evidente y un mestizaje de orientaciones tan liberador –algunos incautos creerían que ‘caótico’–, que el lenguaje mismo exige adecuaciones hasta lo más profundo del adverbio… ¿Heterotrans, metrolesbianas, happythreefriends?

También hay homosexuales y lesbianas de los de toda la vida, aunque quizá sean los menos. Gente que se ha vuelto conservadora, quizá. Lo digo por el colorido y la musculatura de unos, el tacón y la barba de otras, el peso y la masa de tod@s… Observaciones que no dejan de ser superficiales, lo sé, pero por algo se empieza.

El ambiente es divertido, pero también conmovedor. Quizá es la gente más joven, la que ni siquiera se plantea la necesidad de esconderse o diferenciarse, la que le imprime esa frescura vital a la actividad, incluso aunque el tema los derechos y de la reivindicación política quede sepultado bajo una tonelada de látex y lentejuelas. Su sola presencia es todo un discurso. ¡Y por suerte no los hubo!

Mientras camino, también voy pensando que no sé si me gustaría una pareja del mismo sexo, aunque sí una con los mismos ‘güev…’. ¿Qué es la vida sin coraje para decidir por uno mismo acerca de uno mismo? De pronto leo un cartel que dice: ‘Orgullosamente lesbiana’. ‘Desafortunadamente heterosexual’, responde mi corazón. Una amiga que me acompaña, comenta: ‘Yo sería orgullosamente lo que fuera, siempre que tuviera sexo’. Porque ciertamente, no todos tienen la misma suerte.

Sé que las comparaciones siempre son odiosas, pero yo no dudaría un segundo en sustituir el Festival de la Luz, que es un desperdicio de luz, por un Festival de la Diversidad, que es un derroche de luz. Ahí les dejo la frase más brocha de la crónica, pero también la más sincera.

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