Cómo detener el tiempo​

​Tal y como se manifestaron esta mañana por San José –sin bajarse del carro y sin pancartas–, ¿auguran nuestros taxistas la protesta del futuro?

Texto: María Montero/ Fotografías: Victoria Vega Usmanova

20/10/16 | 17:58pm

Varias cuadras de taxis avanzan sobre el Paseo Colón a la velocidad de los peatones. Su rastro metálico puede adivinarse hasta donde alcanza la vista, que es hasta el San Juan de Dios. La imagen es de una belleza indescriptible: cada partícula del paisaje empieza a paralizarse conforme la mancha de colesterol rojo se acumula en la vía.

Algunos conductores tratan de huir con discreción, mientras que otros lo intentan cometiendo actos de imprudencia cinematográfica, conscientes de que, en tales circunstancias, los oficiales de tránsito elevan sus niveles de empatía con los civiles. Un magnífico concierto de caos vehicular está en curso.

Durante la espera, una masa diversa de varones abandona momentáneamente sus carros, que circulan con los intermitentes encendidos, ya sea para ver cómo va la cosa más adelante, o para saludar rápidamente a un colega, o echar una risotada de pura camaradería. Los que conversan en plena calle se desplazan ágilmente entre las tres hileras de taxis que han logrado formarse en dirección al centro de San José. Colgando llevan botellas de agua, trapos, anteojos. Se les ve llenos de paciencia. Son las 9:38 de la mañana.

Inherente al movimiento de protesta de taxistas, la lentitud nos acompaña. Es un rasgo coherente, aunque quizá demasiado dinámico, tratándose de un colectivo que pretende, entre otras cosas, detener el tiempo. Sí, detenerlo, pero con argumentos legales: prohibir una aplicación de celular, derogar una herramienta tecnológica, regular una plataforma informática.

Destacada entre las filas rojas, una camioneta negra pasea un único mensaje pintado con letras blancas: “Fuera Uber”. Ese foco de infección electrónica que vino a amenazar la existencia de la ‘fuerza roja’ se ha convertido en un depredador demasiado grande, invisible, ontológico. ¿‘Fuera’ de dónde, exactamente... del ciberespacio?

Aunque no todo es un pulso entre David y Goliat, conviene recordar las palabras del viejo Tito Hurtado: ‘Nadie sabe qué piensan las sardinas sobre la libre competencia, pero es seguro que los tiburones la encuentran maravillosa’.

Para quienes aún no se percatan del mundo en que viven, y mucho menos del que les espera, algunas preguntas siguen abiertas: ¿Podrán los taxistas prohibir Uber? ¿Es preferible usar Airbnb o contribuir a la herencia de Paris Hilton? ¿Quién desaparecerá primero, embotelladora La Mundial o Cocacola?

–Señores, ¿para dónde es que van?, pregunta una señora.

–Asamblea Legislativa, responde un hombre corpulento.

–Ah, ¿cómo? ¿No iban a La Corte?

–No… Ahí vamos más tarde, cuando nos lleven detenidos.

El tapón que todos esperábamos finalmente aparece a un costado del Museo Nacional, sobre Avenida Segunda, que con semejante presa realmente luce como una avenida de segunda, y hasta de cuarta. Cualquiera que se haya embarcado sobre esta vía jamás terminará de arrepentirse.

Los problemas de comunicación del gremio no empezaron hoy, y probablemente tampoco ayer. ¿Qué significa que algunos lleven banderitas de Costa Rica? Quiero decir, ¿significa algo?

Lógicamente, las poquísimas insignias que portan los taxistas fue iniciativa de los vendedores ambulantes, propagandistas de la espontaneidad. “Es para que haya más respeto”, explica uno de ellos, que con gran honestidad comercial, agrega: “Y es que ahora juega La Sele… bueno, ahora no, el 15”.

Frente a La Corte hay más taxis que taxistas, especulación que confirma uno de los voceros del movimiento, Gilberth Ureña, quien asegura que llegaron unos 2000, suficientes para llamar la atención de una ciudad que colapsa con un aguacero. Porque a eso vinieron: a protestar, pero sin bajarse del carro y sin exhibir una pancarta. ¿Visión estratégica o ignorancia manifiesta? Quizá los taxistas están hartos de repetir que no quieren a Uber, y quizá consideran que los demás estamos hartos de oírlos.

Sin embargo, en mis tiempos, que eran otros, resultaba interesante, incluso sensato, enterarse por qué protestaban los gremios y organizaciones, pero como dice la canción: cambia, todo cambia. Y podría decirse que así como Uber vino a ‘revolucionar’ el transporte público, los taxistas costarricenses vinieron a ‘reinventar’ la protesta del Siglo XXI.

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