​Art City PAC

Este domingo el Partido Acción Ciudadana volvió a mostrar una nueva forma de hacer política en Costa Rica: la suya no fue una convención insulsa ni desasistida, sino una convención artesanal y a escala humana

09/07/17 | 19:10pm

En la escuela República de Venezuela, en Escazú, a media mañana de este domingo, sobraban dedos para contar a los pocos paisanos que se habían acercado a votar en las tres mesas dispuestas para la convención del Partido Acción Ciudadana.

"Tal vez después de misa, mejore", dijo, resumiendo la situación nacional, uno de los delegados. Los presentes guardaban la esperanza de que los feligreses se convirtieran en ciudadanos, y quizá también al contrario. Lo más probable es que fuera al contrario.

El panorama mejoró bastante cuando llegamos a la escuela Carlos Sanabria, en Pavas, porque una de las guías fue todavía más precisa al describir la desoladora circunstancia de los votantes. "Ha sido como un goteo", explicó la mujer, alentada por el ejemplo de una vieja teoría económica que también asegura que todos vamos a ser ricos algún día. De eso hace dos siglos.

Recorrimos San José del oeste al este, haciendo fugaces paradas en zonas deshabitadas, aunque luego hicimos una investigación más exhaustiva en el este-este, es decir, en el nicho biológico del PAC: de la plaza Roosevelt al parque Francia.

Una de nuestras primeras impresiones se convirtió rápidamente en conclusión: la primera parte de esta jornada política debió cubrirla la revista Vacío. La falta de contenido era tal que en la calle no había ni periodistas.

¿Dónde están algunos medios cuando más se los necesita?

Fue entonces cuando decidimos dar un giro de 360 grados –como dijo el tonto– y empezar a intercalar los centros de votación oficiales con esos lugares que son como 'afluentes naturales' del PAC entre San Pedro y barrio Escalante, donde 'debieron haber habido' mesas.

Buenísima idea, que tampoco funcionó, empezando porque en el parque de Freses dedicado a los hermanos menores no había nadie, ni hermanos ni primos ni perros ni perras, sólo un weimaraner del color de los troncos.

¿Por qué a nadie se le ocurrió abrir una mesa de votación en el Automercado de Plaza del Sol, por ejemplo? Ahí había gente de sobra para llenar varias papeletas, incluso para anularlas. Es que hasta el abstencionismo pierde categoría cuando se funda en la desconsideración más que en la indiferencia.

La situación era crítica, educativamente hablando: al filo del mediodía, en la escuela Dante Alighieri habían votado 206 personas, un espectáculo de masas según experiencias previas, y el que hubiera sido otro centro de votación ideal –la Feria Verde de Aranjuez– no abre los domingos.

Tuvimos que resignarnos a observar, no lo que pasaba, sino precisamente 'lo que no pasaba' en esa zona neurálgica de la política que nos convoca, y cuyo destino natural es ese perímetro mencionado que, no por casualidad, acoge la mayoría de museos, restaurantes, gastropubs, ciclovías y churchiletas de la ciudad. ¿Por qué los candidatos no pusieron ahí sus tiendas?

Terminamos en los linderos del Parque Francia, pero por variar ahí tampoco pasó nada porque llovía y, a excepción de dos tombos y 300 guachimanes, todo el mundo, mejor dicho, TODO el poco mundo que rondaba esas cuadras se había ido a la plazoleta de la Antigua Aduana a ver uno de los últimos espectáculos del FIA, el italiano Naufragata.

Aquello resultó ser una metáfora exagerada de lo que estaba sucediendo en la política local, porque únicamente los que estaban en primera fila de la explanada podían ver lo que pasaba en escena. Un gentío y todos tapándose. Nadie ve nada, pero al final siempre aplauden.

Pero como yo también estaba dispuesta a convertir este domingo en una experiencia de mayor austeridad, me quedé ahí parada, sin comprarme ni una botella de agua, víctima del teatro y la política o ambas. Es decir, oyendo los tiros y esperando el balazo.

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