Frío frío calor calor​

​Este domingo la democracia tica vivió una jornada de climaterio electoral entre fríos y calores, así en la calle como en las urnas

08/02/16 | 00:00am

En el cielo, si acaso tres nubes. En el Instituto de Alajuela, parecido. Son las tres de la tarde y las 12 mesas de votación, hasta hace un momento totalmente despejadas, vuelven a cobrar vida tras el almuerzo. Repentinamente, la entrada del Instituto deja de ser un lugar propicio para detenerse a hacer entrevistas.

“Esto está empezando a calentar, se lo aseguro”, comenta Alonso Villalobos, del Partido Liberación Nacional, con una convicción que supera los 27°C de la provincia. “Entre las 10 y las 12 hubo mucha afluencia, generando incluso algunas filas. Cuando baja el calor, después de mediodía, más gente viene a votar”, agrega el delegado.

Es un perfecto día de verano, de esos que empujan cualquier pensamiento hacia la costa. En la calle apenas hay carros. Tampoco hay presas y mucho menos banderas. Qué pena. De haberlas habido, la diversidad ideológica habría alcanzado su clímax cromático, con 90 agrupaciones inscritas en todo el país. Reconocerlas habría sido un reto estético más que político.

Dudo que haya banderas repetidas, aunque algunos partidos sí repitieron siglas, como el PUA de Atenas (Partido Político Unión Ateniense) y el PUA de Abangares (Partido Político Único Abangareño). Lástima que el TSE no sacara un álbum.

Volamos de Alajuela hacia Desamparados. En todo el recorrido, solo nos topamos una bandera: una de Johnny, por la rotonda de La Guacamaya. Si por la bandera se saca el día, no cabe ninguna duda de que Alianza por San José arrasó.

Cada una de las 13 mesas de votación de la escuela Joaquín García Monge tiene inscritos el promedio usual, unos 700 votantes. En este centro la cosa pinta más animada, por lo menos de la puerta para afuera. En las papeletas también: de los 14 partidos con candidato a alcalde, cuatro son desamparadeños.

“En la mañana, casi nadie, pero después de las 11 de la mañana bastante gente empezó a venir. ¡Vinieron Figueres y Laura Chinchilla! Ella vino primero, porque ella votó aquí”, comenta Gina Gómez, dirigente de Guías y Scouts. “Siento que esta vez ha venido más gente, aunque ya bajó la afluencia y no creo que caliente… Por lo general, a las 5:50 aparecen un montón que quieren votar, pero nunca tantos como el resto del día”.

En ese extraño limbo político que es la acera, un señor le pregunta a otro: “¿Qué es lo que hace un síndico?”

Dibujamos el perímetro de San José, en ruta hacia Guadalupe. Ver para creer, porque según las cifras oficiales, Goicoechea –con 88.592 electores– es uno de los cantones más llenos de votantes.

La Pilar Jiménez confirma la hipótesis: las escuelas engañan. Los signos externos de los partidos políticos se aglomeran en los 20 metros a la redonda que irradian los centros de votación, pero nada más. Dos pasos más allá y la amnesia es total. Tal vez a otra hora hubo gente, pero a las 4:30 de la tarde lo único que hay es un molote de carros proselitistas que bloquean el libre tránsito de otros carros proselitistas que, como ellos, andan haciendo molote.

En la escuela Ricardo Jiménez la política vive una parálisis sumamente activa. Ahí, en las cercanías de la maternidad Carit, el mayor movimiento sale de los parlantes de un carro, en el que el reguetón suena para nadie.

Los más optimistas ya no esperan nada, como Jimmy Fernández, aspirante a síndico por el partido Alianza por San José. Tiene 40 años de ser vecino de San Cayetano, pero es la primera vez que aspira a un cargo público.

“Para mí, el gran ganador sigue siendo el abstencionismo que, según mis cálculos, será del 80%, por lo menos en este sector, que es Catedral. Esto pone en peligro la democracia. Si un pueblo no elige sus gobernantes, no puede pedir resultados”, dice, sentado en un muro de la entrada.

El aspirante a síndico no acertó, pero estuvo cerca, al final de la jornada electoral el Tribunal Supremo de Elecciones anunció que el abstencionismo fue del 65,22 por ciento; un número muy alto, pero menor que el de hace seis años: 72,11 por ciento.

“La gente tiene que recuperar la credibilidad en los políticos, y éstos tienen que demostrarle al pueblo que son capaces de gobernarlo”, enfatiza el candidato.

Don Jimmy recibe la última pregunta con ilusión, como si la hubiera estado esperando desde hace mucho.

“Qué dicha que me lo pregunta”, dice. “Los síndicos llevan las necesidades de su comunidad ante el concejo municipal, para buscar su solución y presupuesto. El síndico trabaja para su distrito”, aclara, con una sonrisa que dura unos segundos antes de esfumarse. “Esto está mal. Muy mal”.

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