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Andrés Vega

El domingo que gasté las lágrimas del 2022: una Romería por Cartaguito campeón.

Mil y una historias de fervorosos romeros, con un domingo soñado en Cartago que parecía una Navidad en agosto, me devolvieron a casa levitando en emoción descontrolada. Fue un verdadero salto de fe… entre el gentío. Y eso es mucho decir.<i></i>

Yuri Lorena Jiménez

01/08/22 | 20:58pm

Pasaba el mediodía de este esplendoroso domingo 31 de julio en la Vieja Metrópoli, en las previas de la Romería y medio de entrevistas con gente desconocida a la que parecíamos conocer desde toda la vida mi compañero de batalla, el fotógrafo Albert Marín, emprendió carrera mientras me gritaba “¡Vea, veaaaa!”.

Tanto yo como mis entrevistados nos quedamos impávidos hasta que divisamos a un corredor ataviado de pies a cabeza con el uniforme alusivo a Cartaginés, ya a una cuadra de la Basílica de los Ángeles, y de pronto lo atajó una señora bañada en lágrimas que blandía un rótulo divino, colorido hecho a mano, con la leyenda en letras gigantes “SÍ SE PUDO, ANDRÉS”.

Diay, ellos lloraban, yo lloraba, mis otros entrevistados lloraban, nos abrazamos todos celebrando y respetando aquel momento mágico y eso que aún no conocíamos la historia.

Seguros de que los seguidores de Cartaginés iban a aprovechar la Romería para agradecer el titulazo de campeón que hoy ondea el equipo brumoso, tras 81 años sin ostentar el honor, teníamos la mira puesta en los fanáticos de Cartaguito que asistieron a la tradicional caminata religiosa exhibiendo con orgullo los colores blanquiazules.

Cartago, en días de romería

Ya casi vuelvo a Andrés, el maratonista que le cumplió primero a la Virgen de Los Ángeles y después al equipo de sus amores.

Es que, por lo mismo que narré antes, vimos demasiadas lágrimas correr, dentro y fuera de la Basílica.

Habré ido dos o tres veces en mi vida a Cartago un 2 de agosto, pero gente, este año fue diferente. Yo confieso que agoté todas mis lágrimas disponibles para el 2022, pero sé que no fui la única. Si hay algo bueno que nos dejó la tenebrosa pandemia es, quizá, una mayoritaria legión de ticos más empáticos, más sensibles, más conscientes del dolor ajeno y, ¿por qué no? Mejores seres humanos. Aunque sea un poquito mejores.

Doblar rodillas, literalmente

El ritual de ingresar de rodillas en el último tracto hacia el altar de La Negrita, siempre me ha parecido tan conmovedor como estremecedor, pero en esa ocasión los fieles se quebraban con facilidad, incontables los casos de personas de todas las edades que se despojaron de cualquier elemento mundano y atravesaron el pasillo hacia el altar, de rodillas, con los ojos cerrados pero sin preocuparse de las abundantes lágrimas que recorrían sus mejillas.

Cada quien lleva su procesión por dentro, las petitorias, promesas y hasta agradecimiento de muchos adultos y adultos mayores con evidentes problemas de salud, acompañados de sus familiares, posiblemente eran fáciles de suponer.

La carga emocional y hasta espiritual que se ha sentido en esta Romería 2022, ha tenido un tenor diferente, un tenor de esperanzas renovadas, lo digo yo que soy creyente pero no practicante y ayer ese halo maravilloso terminó por envolvernos a todos.

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Les juro que fue así… pero bueno, volvamos a lo mundano –que no menos feliz-- con el tema del Cartaguito campeón y las promesas cumplidas por parte de La Negrita y también del aficionado. Al menos, así lo creen los devotos y este domingo lo demostraron en la Plazoleta del Santuario vistiendo con orgullo prendas alusivas al uniforme blanquiazul.

Ángela Madrigal, 50 años, una optimista absoluta de la vida, tiene varios trabajos, sufrió cáncer severo y hasta estuvo 15 días en coma. Hoy tiene dos trabajos y lo que salga: es dependiente en La Mafalda, en Cartago, y cuida una adulta mayor. Después de su trance de vida o muerte, está convencida de que el trabajo es vida "¿Quién dijo miedo?", dice, con una adorable energía contagiosa

Vamos por partes: Andrés

Oriundo de Paraíso, Andrés Vega le prometió de corazón a la Virgen que, si Cartaginés era campeón en un estadio que no fuera el Fello Meza, él haría la Romería trotando, así tuviera que venir desde Guanacaste o San Carlos.

Ahí entendimos por qué, siendo de Paraíso, había salido con su carrera, ataviado y envuelto en su amada bandera blanquiazul, del Alejandro Morera Soto, en Alajuela.

De lo más hermoso que nos contó, fue que tras el ritual de su salida en la acera del estadio manudo, los choferes de vehículos le pitaban con furor, los traileros hacían lo propio con su pitoreta y, aunque él es maratonista, esta maratón entre provincias, a no dudarlo revistió para él una experiencia única e inenarrable.

Andrés

“Yo venía rezando el rosario, cuando iba por el tercer Misterio, ahí por el hospital México, empecé a sentir las piernas muy pesadas y ahí fue donde se alborotaron las pitoretas, la gente en la calle me gritaba y se alegraba, y empecé a sentir un fuerzón, pero se me salieron las lágrimas, fue algo inexplicable, y que mi esposa me recibiera de sorpresa aquí en la esquina, imagínese cómo me puedo sentir”, dijo mientras su mujer, una agradable trigueña recién casada (llevan 17 años juntos, cinco hijos entre los dos y dos años de casados), no cabía de orgullo y felicidad.

Antes de terminar, Andrés comentó, antes de ir a reponerse de la carrera de casi cinco horas entre Alajuela y Cartago: “Este título es tan grande tan grande que se partió en dos: mitad que está en el cielo y la otra mitad, que lo estamos disfrutando en vida”.

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Los que se nos adelantaron

No había terminado Andrés de citar a los fanáticos en el cielo, cuando Albert me propuso ir a ver los homenajes a quienes se nos adelantaron. Optamos por un camposanto hermosísimo, el de San Rafael de Oreamuno; estaba cerrado pero desde las aceras divisamos decenas de banderitas con las que los deudos homenajearon a sus parientes.

No pudimos entrar pero Beto se armó con su teleobjetivo… justo cuando tenía en la mira la tumba con la bandera más cercana, y que se había estado moviendo veleidosamente (la bandera, no la tumba, tampoco así), el viento la enredó.

Él no se movió, yo me empecé a impacientar. “Espérese, espérese, ahorita se la tenemos ondeando”. Nunca en mi vida le he pedido nada a la Virgen y, aunque me pareció banal y absurdo, en mi mente le dije: “Patroncita, yo sé que usté está muy ocupada en estos días pero si se puede, desenróllenos la bandera”… Ni 60 segundos duró en zafarse el nudo con el que la enredó el viento, y Albert pudo tener su fotón.

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Por cierto, la visita a ese cementerio debe ser toda una experiencia aleccionadora, reflexiva, de mucha paz.

Cuando veníamos bajando otra vez hacia Cartago centro, me dice mi colega:

– De veras que le encantó a usted ese cementerio ¿a usted le gustaría que la entierren ahí?

– Me fascinaría. (Tomen nota)

Los madrazos entendibles

Como lo dije al principio, aquel Cartago del domingo era una mezcla de todo, todo en buena lid, eso sí… capítulo aparte merecen los oficiales de la Fuerza Pública, que vigilaban en equipos de cuatro en cuatro todos los cuadrantes cercanos y no tanto y, hasta donde supimos, no hubo el mínimo amago de bronca.

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Les pregunté a varios y todo bien, de hecho colaboraban dando direcciones –como cuando yo me estaba reventando de las ganas de orinar y ellos, super solícitos y como lo hicieron con todo el mundo, facilitaban amables la dirección del baño de la Basílica, a 150 metros.

Volviendo a la Ciudad Mágica y a los juegos electrónicos, fue rocambolesco ver a familias enteras disfrutando con sus lentes futuristas, todo bien, a menos de 100 metros de la Negrita, pero ya metidos en el ride de sus lentes a más de uno se le zafó un madrazo –honestamente me habría encantado vivir la experiencia– el caso es que, repito, este domingo –de fin de quincena, a propósito-- se convirtió en lo que cada quien quiso. Igual, no fueron excluyentes: hubo muchos cartagos piadosos que luego, horas después, se dedicaron a divertirse en familia.

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¿Cómo no? Si el animador que al que escuchamos 12 horas seguidas durante nuestro periplo, gritaba a vos en cuello: “¡Venga móntese señora, aquí deja todas las males vibraas!” y bueno muchísimas, señores, aquí dejan todo el estrés!

Mi Virgen

Digamos, creo que nunca he tenido una relación particular con la Santa Virgen, cuando estaba en apuros, más chiquilla, le rezaba a Dios, ahora cada día me acerco más a lo espiritual pero digamos, pedirle a la Virgen nunca se me había ocurrido, no por nada, sino por la atarantazón que es mi vida y ya me morí así.

Pero supongo que nunca es tarde, insisto, esa “pasantía” este domingo en la Romería me sacudió emocionalmente, encima cuando ingresé a Anfora Resinas y hubo una química increíble, todos en busca de paz, otros en busca de fe, muchos en ambas.

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Mi gran sorpresa fue cuando uno de los dueños de Ánforas Resinas, Esteban Monge y su esposa Marlen, casi sin haber quien era yo, me regaló una espectacular réplica de la Virgen de Los Ángeles… una vez más, me puse a llorar y más después cuando Marlen me contó que había sobrevivido a un cáncer supremamente invasivo, y que ella está asida a su fe.

Virgenes de resina

Eduardo Tabash ya lleva su doceava romería, su primo Minor Mora, la tercera. Llegaron desde Perez Zeledón, en un periplo de tres días con algunos descansos, la noche de este domingo a la finalmente ansiada Basílica. Más que cumplir con una tradición, el acervo emocional y espiritual que les confiere a ambos esas experiencias, todos los años tienen qué agradecer, y también por quién orar e interceder por el favor de su venerada Virgen de Los Ángeles. A pesar de los cuidados y precauciones durante el periplo, al momento de esta entrevista estaban dubitativos sobre la posibilidad de ingresar de rodillas a la Basílica, pues traían las rodillas y las plantas de los pies llenas de ampollas. No supimos si lo lograron, pero a no dudarlo, la petición y la gratitud estaban mucho más allá de toda duda razonable.

El cansancio después de la meta

Cada cabeza es un mundo, pero esto fue parte de lo que surgió espontáneamente en la Romería 2022: un verdadero salto de fe, por varias vartientes y por todas las razones.

Por lo pronto, ya que estaba en plena Romería, me atreví a pedirle a la Virgen de los Ángeles dos milagritos pequeñitos. Aunque no lo crean, ya hoy me concedió el primero.

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