Un viaje a las entrañas de la Mara Salvatrucha

Con un mecanismo piramidal, los “salvatruchos” mantienen una guerra con su rival de la Mara 18 para tratar de ganar territorios y extender el pánico en El Salvador, Honduras y Guatemala

José Meléndez

18/06/18 | 06:17am

La temible presencia de la Mara Salvatrucha (MS-13), que en sus entrañas hierve en sangre, odio y violencia, tiñe de rojo a diario las calles del norte de Centroamérica.

En un desenfrenado rito de degeneración y sin que mediaran razones comprobadas para lanzar un ataque, una despiadada "clica" o núcleo de mareros—Guanacos Locos Criminales—quedó insatisfecha tras atrapar, secuestrar y asesinar a puñaladas a un salvadoreño de 25 años y, en un acto macabro y con unas ansias insaciables de sangre y de tortura, le sacó el corazón para que varios mareros jugaran y se lo comieran.

En una sanguinolenta ceremonia de depravación, una implacable banda de mareros—Pinos Locos Salvatruchos—incursionó con sorpresa a una humilde vivienda a cumplir un salvaje mandato de perversión e incontrolable brutalidad y, a machetazos, asesinó a una salvadoreña de 58 años y decidió descuartizarla, desprenderle brazos y piernas y decapitarla.

Ambos hechos registrados en 2016—el de la mujer ocurrió el 17 de enero y el del hombre sucedió el 23—fueron ejecutados en el oriente salvadoreño en cuestión de siete días y dibujaron la sombría escena generalizada de violencia de las maras en El Salvador, Guatemala y Honduras.

La protagonista de los dos asesinatos fue la Mara Salvatrucha (MS-13), una de las dos más peligrosas pandillas regionales—la otra es la Mara 18 (M-18) —como parte de su mortal batalla en contra de la mara rival y de las fuerzas policiales y militares.

Las dantescas secuencias son solo un detalle del estilo de la MS-13, con redes en Estados Unidos, México y Europa y que en los últimos meses se convirtió en blanco de los ataques del presidente estadounidense, Donald Trump, en su afán por justificar la construcción de un muro en la frontera con México. Trump calificó a la MS-13 como "muy mala", violenta y malévola y la culpó de tráfico de drogas y de crear "zonas de guerra".

"Son animales", acusó reiteradamente en declaraciones en la segunda quincena de mayo de este año para reforzar su intenso asedio sobre la pandilla. En un discurso en enero de 2018 sobre el Estado de la Unión ante el Congreso de Estados Unidos al cumplir el primer año de su gestión, el mandatario advirtió que intensificará la política de "tolerancia cero" con la MS-13.

Sin mencionar a ningún país en específico, el gobernante amenazó con recortar la asistencia financiera de Washington a los gobiernos que se niegan a combatir a los pandilleros y a evitar que ingresen a suelo estadounidense.

"No son personas, son animales", recalcó.

"Los animales matan por supervivencia", mientras que la MS-13 "mata por deporte", describió el director interino de la Oficina de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), Thomas Homan, en un acto con Trump.

Así, centenares de guatemaltecos, salvadoreños y hondureños huyen a diario de sus países de origen de las amenazas de muerte de las maras y de la inseguridad generalizada y migran por vías irregulares a Estados Unidos, donde se establecen como residentes ilegales. Pero otros nunca tuvieron la suerte de eludir la muerte.

Uno de ellos fue Sergio Mejía Sánchez, hondureño, futbolista y de 18 años.

En un incidente en un bar en Honduras, un alterado marero le advirtió al deportista novato: "¡Vos me caés mal!".

Desafiante, el joven jugador le respondió: "¿Y qué fue, pues?".

El pandillero reaccionó visiblemente molesto por un comentario que escuchó del imberbe deportista, pero la mortal venganza llegó de sorpresa. En otra muestra de la incontrolable criminalidad que azota a Honduras a cada segundo, el marero enfadado y al menos otros seis desenfrenados pandilleros le propinaron una andanada de puntapiés al jugador, identificado como Sergio Mejía Sánchez y de 18 años, y acabaron con su vida aquel aciago día de septiembre de 2016 en una callejuela hondureña.

Los asesinos fueron "Los Lateros", un núcleo de la implacable MS—13.

Nacido en Honduras, Mejía Sánchez emigró con sus padres a Texas y, por lazos familiares, obtuvo las nacionalidades de Estados Unidos y de Italia. Empeñado en forjar una carrera futbolística, militó en el Dynamo de Houston y rechazó unirse al equipo nacional estadounidense de categoría sub-17, porque su sueño siempre fue jugar en su país natal e integrar la selección hondureña de balompié.

El integrante de las reservas del Platense, de la Primera División de Honduras, pereció a patadas en el suelo en la madrugada del 3 de septiembre en una calle tras acudir a un bar con karaoke en una zona recreativa del norteño Puerto Cortés, sobre el mar Caribe y moderno complejo portuario.

El caso entró apenas como uno más de asesinatos similares que exhibieron la barbarie de las maras que estremece al norte de Centroamérica.

Al desnudo

La MS-13 y su enemiga, la M-18, tuvieron su raíz en el decenio de 1980 en las calles de California entre centenares de miles de salvadoreños, hondureños y guatemaltecos que emigraron a esa zona para huir de las guerras en Centroamérica y establecieron mecanismos para defenderse de pandillas de blancos, negros, asiáticos y otras etnias y redes.

Los primeros mareros viajaron entre 1990 y 1993 de Estados Unidos a Honduras, Guatemala y El Salvador en masivas deportaciones de migrantes irregulares y reprodujeron en sus países el modelo de pandilla, con extorsiones, asesinatos, asaltos, robos y otras modalidades y luego nexos con el crimen organizado transnacional para sicariato y narcomenudeo, por lo que hoy son acusadas por los gobiernos de los tres países de ser responsables de los escenarios de violencia en el Triángulo Norte.

El nexo de las dos maras con el crimen organizado se desarrolló en particular para el movimiento de drogas en asocio con cárteles o narco—mafias mexicanas, en trata de personas con fines de migración irregular y en contrabando de armas, aunque también hay vínculos para servicio de sicariato y protección de cargamentos de sustancias ilícitas.

Un factor ayudó a su propagación en el área norte del istmo centroamericano: al retornar a sus países de origen, hallaron el mismo apartheid social en el que vivían en Estados Unidos y enfrentaron un doble sentido de exclusión, porque ni pertenecían a la sociedad de Los Ángeles o de otras ciudades de California ni a las de El Salvador, Guatemala y Honduras, hundidos en males endémicos de miseria, desempleo y falta de oportunidades socioeconómicas.

Y, a partir de entonces, crearon un concepto de "familia" para proteger a su barrio de la pandilla rival, inventaron códigos de conducta y comunicación y se involucraron en robos, asaltos, asesinatos y otros actos delictivos.

Pero también empezaron a cobrar "impuestos" a elementos civiles del barrio—al dueño de autobuses, al de la tienda de abarrotes, al vendedor ambulante, al cantinero, al proxeneta, al propietario del taller automotriz—, a cambio de permitirles que siguieran con su actividad cotidiana.

En octubre de 2012, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, declaró a la MS-13 como organización criminal internacional por narcotráfico, secuestros, asesinatos, tráfico de personas, prostitución, extorsión y crimen organizado. La feroz pandilla tiene presencia en más de 40 estados de Estados Unidos, según registros oficiales.

Un informe de la Fiscalía General de El Salvador exhibió la meticulosa organización de la MS-13: lúgubre calvario para ingresar, con membrecía vitalicia y con la muerte como forma de desligarse, ya sea provocada por enemigos o por castigo interno o con la alternativa de salirse y emigrar del país o quedarse pero con el riesgo de sufrir un mortal acoso.

Con una estructura piramidal de control ascendente de férreas jefaturas de mando, los "paros" o "colaboradores" están en el nivel inferior del escalafón y los "ranfleros" en el superior. La meta es disputar el control de calles, aldeas y barrios de zonas urbanas y rurales a la Mara 18 (M-18) o Barrio 18. Los "cholos" o salvatruchos se tratan como "hermanos", "bro" o "brother" de su verdadera "familia" y "barrio", sin importar lazos sanguíneos.

El monitoreo

El Buró de Investigaciones Federales de Estados Unidos (FBI por sus siglas en inglés) confirmó que mantiene una constante vigilancia sobre las operaciones de la MS-13. Por algo, hay dos agentes de esa corporación en cada una de las embajadas estadounidenses en San Salvador, Tegucigalpa y Ciudad de Guatemala.

Los cálculos del Buró revelaron que en Estados Unidos hay de 10 mil a 15 mil elementos de la Salvatrucha, con un aparato descentralizado y respetuoso de la estructura piramidal para poder cumplir con su despliegue de violencia, con extorsiones.

Los informes que el FBI reveló este año de manera paralela a la permanente política de ataque de Trump sobre la MS-13 mostraron que sus principales áreas de operación en Estados Unidos son Texas, Maryland, Virginia, Ohio y Nueva York.

Sin que exista un número preciso, los cálculos de distintas agencias policiales aseguraron que unos 100 mil mareros de la Salvatrucha viven en El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Estados Unidos, Italia y otros países de Europa. Con unos 60 mil en El Salvador de ambas pandillas, con sus familias forman una población de unas 400 mil personas y son una fuerza electoral nada despreciable en la política salvadoreña.

Tras advertir que la Mara Salvatrucha aumentó en los últimos meses sus actos de violencia en Estados Unidos, el FBI reconfirmó este mes un dato que trascendió desde 2007: los mareros se involucraron en programas para tratar de eliminar o borrar sus tatuajes.

Asediados por las frecuentes operaciones policiales de persecución, los "mareros" buscaron una respuesta rápida. Enfrentados a intensas batidas policiales desplegadas en los últimos años y a misteriosos escuadrones de "limpieza social", cambiaron de "look".

Por la cacería en su contra, optaron por un camuflaje camaleónico y se dejaron crecer el cabello, se quitaron los tatuajes y cambiaron de vestimenta. Pese a las reiteradas políticas gubernamentales de los tres países para intentar responder con dureza frente a la epidemia de inseguridad, la realidad es que el panorama es acuciante con más homicidios y las dosis cotidianas de extorsiones, robos, asaltos y demás delitos con sus frecuentes tiroteos callejeros.

"Ante la acción del Estado, ellos cambiaron de estrategia, normas y su reglamento interno. Cambiaron sus códigos de conducta y su apariencia”, narró la salvadoreña Jeannette Aguilar, directora del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana, en la capital salvadoreña.“Usted está hoy a la par de un ‘marero’ y no lo identifica", alertó.

"La persecución estatal los obligó. No andan con el pelo rapado, no se rifan el barrio en las calles. Es decir, antes se peleaban el barrio con señas, primero se hacían señas antes de entrar al choque con la mara rival. Se conocen y tienen un control de todos sus miembros y saben cuando alguien no es de su misma pandilla", describió.

Investigadores del fenómeno coincidieron en que la estructura o el modelo cultural del pandillero, con su apariencia y sus valores, ya cambió. Los nuevos “mareros” ya no se están tatuando y algunos de los viejos en libertad se los están quitando o tatuando en lugares menos visibles. Con máquinas láser, muchos entraron a programas de destatuaje para su transformación.

Por eso, el FBI destacó que ahora es más difícil detectar a un marero, porque tatuarse el rostro es una práctica desechada y los nuevos mareros solo lo hacen en la espalda o el pecho o en zonas ocultas, para evitar una fácil identificación por parte de las autoridades policiales y militares.

Eso sí, los viejos mareros en prisión preservan sus antiguas e inconfundibles marcas.

Y todo es un sangriento recorrido por las tinieblas criminales de abajo hacia arriba: es el tenebroso calvario de la MS-13.

José Meléndez es un periodista costarricense que labora como corresponsal en América Latina y el Caribe para el periódico El Universal de México.

AmeliaRueda.com

Noticias, reportajes videos,

investigación, infografías.

Periodismo independiente en Costa Rica.

(506)4032-7931

comunicados@ameliarueda.com

Privacidad