​De las "tumbas" a la libertad

​Luego de casi 3 años de encierro en el "enloquecedor" módulo F de la Reforma, Kendy De la Traba vuelve a su casa

26/10/16 | 16:50pm

Son las 5:19 a.m. El sol apenas se asoma sobre la interminable muralla gris que resguarda el "enloquecedor" módulo F de la cárcel La Reforma.

Tres custodios se aproximan a la "tumba" número 9. Tocan la puerta de la celda, llaman a su inquilino: "Kendy... Kendy".

Desde adentro el privado de libertad se reporta con voz apagada.

"Venimos para trasladarlo, para sacarlo", le da la noticia uno de los guardas.

"¿Hoy? ¿ya?..¡muchas gracias!" responde sorprendido.

Así, este jueves, comenzó el camino hacia la libertad de Kendy De la Traba Ramírez, integrante del último grupo de reclusos que quedaba en las llamadas tumbas de La Reforma. Padre de cuatro hijos. Originario de Guanacaste. De 37 años. Condenado a 8 años y medio de prisión por robo agravado y portación de arma, de los cuales ya cumplió 6; los últimos dos años y cinco meses los purgó en una "tumba".

De esa forma se refieren a las celdas del módulo F, también conocido como máxima seguridad vieja. Los calabozos son de tres metros cuadrados y los privados de libertad deben permanecer en ellas 23 de las 24 horas del día. Allí comen, defecan, se bañan, duermen y tienen pesadillas.

La ministra de Justicia, Cecilia Sánchez, catalogó ese módulo –que data de 1976– como insalubre, enloquecedor y violatorio a la dignidad humana.

Por tal razón en agosto pasado ordenó cerrarlo y reubicar a los 44 reclusos apresados allí.

El jueves, con la salida de Kendy, ya solo quedaban cuatro reos más en el grupo.

A muchos los trasladan a otros módulos dentro de La Reforma o a otros centros institucionales, pero a Kendy, gracias a su buen comportamiento y a que un trabajo lo espera al salir de prisión, le autorizaron vivir en libertad con la única condición de que firme en un centro de control cada 8 días (hasta que cumpla el resto de su condena).

El recluso pasará, entonces, de un encierro en solitario a convivir en comunidad. Vivirá con su madre, en Carrillo de Guanacaste y laborará como peón de construcción de día y como artesano de noche.

El viaje

En carrera y agitado, Kendy alistó sus cosas para marcharse, le regaló algunas pertenencias a su vecino de celda y empacó un televisor de "caja" para dárselo a su hermano, quien también está privado de libertad en La Reforma.

Lo más importante de su equipaje era Princesa, una gata que adoptó como mascota. Ella le hizo compañía en cautiverio, ahora él la llevará a disfrutar de la libertad junto a él.

"La libertad no tiene precio, el estar preso es lo más terrible que puede haber. Si es terrible para ese leoncito Kivú que está en el parque Bolivar, imagínese para un ser humano", dice en un tono triste y, al mismo tiempo, esperanzador.

Una "perrera" del Ministerio de Justicia lo traslada hasta el Centro Seministitucional de Liberia, después a casa.

Mete los tiliches al carro, mete a Princesa –cautiva en una caja– y se encarama como si se estuviera subiendo a un taxi. Antes de que cierren el cajón se despide de todos los custodios: "Dios los bendiga... espero no volver a este lugar".

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