​Tempestad casi llegando al puerto: la trabada noche de Álvarez Desanti

​En lo más íntimo de su felicidad, frustración y enojo, un equipo de AmeliaRueda.com acompañó a Antonio Álvarez antes, durante y después del anuncio de los resultados

03/04/17 | 14:40pm

Ansiedad, emoción, alegría, satisfacción, ansiedad –otra vez– , frustración, angustia, indignación, enojo (mucho enojo). La noche de este domingo significó un torbellino de emociones para el eterno candidato Antonio Álvarez Desanti.

Por un momento sintió que tenía la victoria en el bolsillo, saboreó el triunfo y se libró del gorila que cargaba sobre su espalda…. La tensión cedió paso a la paz, pero a medida que avanzó el reloj la luz se fue apagando. Justo cuando parecía que atracaba a puerto seguro, el hijo del caudillo le lanzó una tempestad y el riesgo de un naufragio se asomó amenazante.

Un equipo de AmeliaRueda.com estuvo con Álvarez Desanti en su casa de habitación, en Lomas de Ayarco en Curridabat, mientras se alistó, junto a su familia, para salir a esperar los resultados con sus seguidores en un parqueo en barrio Amón; viajó con él, su esposa, su chofer y su jefe de seguridad, en el Range Rover que lo llevó al sitio, y lo acompañó cada minuto hasta que; agotado, molesto y sin saber el resultado definitivo; decidió marcharse a su casa a dormir.

Este lunes minutos después del mediodía, José María Figueres finalmente reconoció la derrota, lo hizo después de un corte del Tribunal Interno del PLN que le dio a Álvarez un respaldo de 45.5%, y a él solo un 38.95% (con un 29% de las juntas receptoras de votos escrutadas). Las horas previas a ese momento difícilmente podrán ser olvidadas por Álvarez.

Trabas y dudas

Sucedió lo inaudito: el candidato que lidera el conteo de votos, el que se perfila como ganador, le tira dardos al tribunal electoral del partido, habla de sospecha de irregularidades y deja en el aire la sensación de que se cocina un fraude; en las tiendas contrarias, el que va perdiendo, más bien, sonríe, defiende el proceso y asegura contento que la victoria será suya.

La convención del Partido Liberación Nacional vivió sus momentos más convulsos en las últimas horas del Dia E, ya cuando los precandidatos esperaban los resultados. Todo pintaba normal hasta que el pulso entre José María Figueres y Antonio Álvarez tomó un segundo aire cuando parecía que la suerte estaba echada.

¿Cómo se llegó a ese punto? ¿cómo se tejieron los hilos de la noche?

A las 6:55 p.m., tras una intensa jornada que inició a las 4 a.m., Álvarez llegó a su casa, se bañó y alistó para ir a esperar los resultados. A las 7:28 p.m. llegó su hija con su nieta, a las 7:35 p.m. lo hicieron su jefe de campaña, Francisco Chacón y la esposa de este, la exministra de Comercio Exterior, Anabel González. El ambiente en la casa fue de silencio y sobriedad. A las 8:35 p.m. toda la comitiva emprendió viaje al parqueo Morazán, a esperar los resultados.

La Range Rover en la que viajó Álvarez –en el asiento del copiloto– fue conducida por Luis, su chofer de “hace 400 años”; en la parte de atrás viajaron s esposa, Nuria Marín y su jefe de seguridad, don Asdrúbal.

El viaje duró 15 minutos, en todo el trayecto el precandidato recibió llamadas y mensajes de WhatsApp, gente que le decía que había ganado una mesa en Tucurrique y otra en Puntarenas.

En ese momento se aferró a su discurso positivo, pero le fue imposible ocultar la ansiedad que lo invadía. “Tenemos información de un resultado favorable, pero… la gente pasa los datos buenos más rápido; con los malos se tardan más”, dice con los pies en la tierra.

Álvarez acumula varias derrotas electorales, la del 2014, cuando fue jefe de campaña de Johnny Araya, quien renunció al tener que enfrentar una segunda ronda con el actual presidente Luis Guillermo Solís; como candidato en el 2006, en ese momento del partido Unión para el Cambio; y como precandidato en el 2001 (lo venció Rolando Araya).

“La diferencia es que en este (proceso) tengo opción de quedar electo”, dijo sincero , y luego hizo una metáfora académica: “Siento tranquilidad como cuando uno estudia mucho para un examen y sabe que la va bien, llega a la casa y revisa las respuestas y ve que están correctas, pero el profesor no le ha dado el examen, yo ya quiero que el profesor me entregue el examen”.

A las 8:48 p.m., 12 minutos antes de que empezaran a conocerse los resultados, arribó al parqueo Morazán y fue recibido como Keylor Navas en el Juan Santamaría. Micrófonos, luces, abrazos. Todos querían un poquito de él, todo apuntaba a la victoria.

El buen momento fue opacado por un reportero que le dijo que Figueres ya se estaba proclamando ganador. Extrañado y molesto se lo comentó a su jefe de campaña con deseos de que este lo tranquilizara, Chacón, sereno, hizo lo suyo y a punta de ademanes le indicó que no le prestara atención a esos rumores.

Las manos

El Tribunal interno del PLN comenzó a dar los resultados, Álvarez se sentó en primera fila a esperarlos atento. Su esposa le pone la mano en la pierna, él pone su mano en la mano de su esposa, ella le pone su otra mano en esa mano. Hay un sánguche de manos.

Los primeros datos son positivos, todos los datos que dan son positivos, todas las mesas que se anuncia fueron ganadas. Hay fiesta, aplausos, vítores.

Se deshace el sánguche de manos, Álvarez le da un piquito a su esposa. Sonríe, acaba de quitarse 200 años de encima, desaparece el gorila que cargaba en la espalda. La gente hace fila para abrazarlo, los medios hacen fila para entrevistarlo.

Medio hora después dan nuevos resultados. Otras vez son favorables. Está a la cabeza por más de 5 puntos. Álvarez trata de conservar la sobriedad, pero la alegría se dibuja en el rostro. Alguien le pregunta que si va a proclamarse ganador, él responde que esperará al tercer corte.

Ese tercer corte estaba anunciado para las 10:30 p.m. pero a las 11:15 no había noticias oficiales. Lo que sí mostraba la pantalla que trasmitía la señal de canal 7 era a dirigentes figueristas anunciando que tenían datos internos que le daban la victoria.

Regresa la ansiedad, regresa el sánguche de manos. Álvarez se nota impaciente, su cordialidad característica desaparece, le tapan la pantalla, pide que se corran, no lo pide por favor, lo pide con autoridad.

Toma agua marca Don Pellegrino, la botella se le cae, la gente ya no busca un abrazo, ahora se acercan a darle una palmadita en el hombro.

La ansiedad se convierte en frustración y muy pronto se vuelve enojo. Está enojado con José María, está enojado con el tribunal electoral, está enojado con el proceso. “Esto nunca ha pasado, me parece muy sospechoso”, dijo en respuesta a la decisión del tribunal de suspender el anuncio de resultados hasta este lunes.

Da declaraciones a la prensa, le hace pleito a José María, este le responde, le dice que vaya sueñe con lo angelitos… “Ya sabemos con quien no voy a soñar entonces”, responde Álvarez.

Se aparta de la multitud, le pide espacio a la prensa, se acuerpa con los suyos, hace llamadas, recibe llamadas.

Cuando el reloj está a punto de marcar las 12 se sube a la tarima y pide calma – la calma que lo había abandonado– a sus seguidores, y les dice que la victoria es clara, que no se las pueden quitar.

Se baja de la tarima, otra vez proyecta serenidad y cordialidad, se toma unos cuantos selfies, le da la mano a su esposa y se sube al carro. En ese instante su rostro está en blanco, no evidencia emoción alguna, como si no supiera qué sentir.

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