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​Los cantones más afectados fueron Golfito, Osa, Parrita, Puntarenas, Upala, Alajuela y Santa Cruz.

9.500 personas perdieron su hogar por desastres en la última década, señala Estado de la Nación

​Los cantones más afectados fueron Golfito, Osa, Parrita, Puntarenas, Upala, Alajuela y Santa Cruz.

18/11/20 | 13:25pm

Alrededor de 9.500 personas perdieron su hogar debido a un evento hidrometeorológico extremo o un sismo entre el 2009 y el 2019, según muestra el informe Estado de la Nación 2020.

Los cantones más afectados por este tipo de eventos fueron Golfito, Osa, Parrita, Puntarenas, Upala, Alajuela y Santa Cruz.

En total, 26.000 viviendas registraron algún impacto por desastres durante la última década. Entre ellas, 2.398 quedaron completamente inhabitables después del fenómeno, debido a daños al inmueble o al terreno.

El informe estimó que, con un promedio de cuatro personas por hogar, el impacto llegaría a las 9.500 personas afectadas por los eventos extremos durante la última década.

“Muchas de estas viviendas se ubicaban en zonas de inundación, en asentamientos informales o sobre áreas donde la topografía no es apta para desarrollar construcciones de ese tipo”, señala la publicación.

Precisamente la construcción es una de las principales vulnerabilidades del país a eventos hidrometeorológicos y sismos, según señala el informe. En los últimos tres años, 12 mil construcciones se realizaron en áreas con riesgo de inundación.

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Los sismos fueron los que causaron más afectaciones a las viviendas, con un 64% de los impactos. Le siguieron las lluvias extremas (11%), las inundaciones (10%) y las “avenidas torrenciales” (6%).

Los desastres también generan impactos a las finanzas públicas. Por ejemplo, sólo con el daño a carreteras por el huracán Eta, el Conavi estimó costos de al menos ¢9 mil millones para su reparación.

La Contraloría General de la República (CGR) advirtió sobre este problema en 2017, cuando señaló que los eventos hidrometeorológicos extremos podrían llegar a costarle al menos 1% del PIB al país cada año hasta el 2025.

Riesgo conocido

Estas vulnerabilidades, sin embargo, no son nuevas. Este mismo informe advirtió en 2018 que el rápido crecimiento de las ciudades con poca planificación era un riesgo ante eventos extremos.

Un ejemplo de esto es la falta de ordenamiento territorial de cada cantón. Actualmente, de los 82 cantones del país, sólo 40 municipalidades cuentan con un plan regulador, según datos del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo.

Incluso entre los cantones que sí cuentan con un plan regulador, la mayor parte de estos son viejos. Un 51% de los planes reguladores vigentes fueron aprobados antes del año 2000, según esos mismos datos.

Esto lleva a dificultades para construir en zonas adecuadas y de manera ordenada, según el informe. “Una vivienda en buenas condiciones, donde no haya hacinamiento, y que se ubica en una zona segura es una condición central para evitar afectaciones”, señala.

Los costos de los desastres para las finanzas públicas también son conocidos. El mismo Estado de la Nación estimó que el paso de la tormenta Nate y el huracán Otto costaron al país 1,3% y 0,4% del PIB respectivamente.

Entre 2005 y 2017, los desastres generaron pérdidas de hasta $2.200 millones en Costa Rica, según datos de la Comisión Nacional de Emergencias. El principal impacto fue por daños a carreteras, pero también se contabilizaron daños a infraestructura hídrica y agropecuaria.

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Crisis climática

Lo cierto es que el cambio climático amenaza con agravar los eventos extremos en el país, según indican investigaciones científicas.

Un estudio de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) encontró que la probabilidad de tener huracanes de categoría 3 o mayor ha aumentado con cada década que pasa.

Una de las hipótesis para explicar este aumento es que, conforme crece la temperatura del mar, los huracanes se forman y se desarrollan más fácilmente. Normalmente, estos eventos se forman cuando las aguas superan los 26°C y las condiciones de humedad lo permiten.

“A medida que continuamos calentando el planeta y el Atlántico tropical, hay más energía para alimentar más y más fuertes tormentas tropicales y huracanes”, explicó el investigador de la Universidad Estatal de Pensilvania, Michael Mann, en un comunicado.

La última temporada de huracanes fue un ejemplo de esto: rompió el récord de tormentas nombradas en un sólo año, con 30 ciclones. El anterior récord fue en 2005, cuando se formaron 28 tormentas con nombre.

Pero las tormentas no sólo son más intensas, sino que se forman más rápidamente. Un estudio de 2018 encontró que, con cada década que pasa desde 1985, los huracanes aceleraron en 7 km/h su avance.

El reciente huracán Iota es un ejemplo de esto: aceleró 112 km/h en cuestión de 24 horas. De las 30 tormentas de esta temporada, 10 de ellas fueron categorizadas con aceleración rápida; es decir, aceleraron sus vientos en al menos 56 km/h en 24 horas.

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